Page 313 - Escritos de ayer y hoy
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Bellísimo, verdad, de amor y de combate, pero también
          frente a su hija Mirna (1951-2001) conformaron un trío unido
          para enfrentar la lucha por la vida y ante la vida y físicamente,
          trágicamente se nos fueron los tres, uno tras otro y dejaron
          huellas y vacíos los tres guerreros irreverentes; en el Zulia y en
          oriente del país son testigos de ello.
            En lo personal, lo conocimos en la trinchera de la clandesti-
          nidad y la legalidad burguesa. Siempre a la orden, de día o de
          noche, nunca dijeron que no en diversas circunstancias. Nos
          queda la interrogante –no basta el recuerdo– de quién sistema-
          tiza y escribe la biografía de ellos. La poeta Lydda Franco tiene
          la ventaja de su poesía, sus poemas circunstanciales: “Las ar-
          mas blancas”, “Summarius”, “Recorridos dormidos”, “Boleros a
          media luz” y quizás otros más, pero el maracucho José Zabala
          solo llegó a escribir cartas, balances e informes, en esa tarea
          difícil que es el arte de escribir. Lo cierto no fue posible y nos
          queda el recuerdo y la memoria colectiva de familiares y ami-
          gos de siempre, con el riesgo de que se los lleve el viento del
          olvido y un buen día digamos como Pablo Neruda: “… solo el
          agua y el viento conocieron los secretos del guerrillero”.
            Hoy en nuestro país, todos los venezolanos vivimos tiem-
          pos maravillosos, tiempos de revolución popular, democrática
          y esencialmente antiimperialista, con horizonte socialista; y el
          maracucho Zabala, Lydda y Mirna cabalgan, pero en silencio,
          con su pensamiento crítico, su irreverencia, frente a este desor-
          den bolivariano que debe llevarnos a construir la paz frente al
          invasor yanqui y el coloniaje de barbarie.
            La historia y el espacio de ellos no pueden seguir en silencio.
          Venimos con una posición que ya algunos de ustedes cono-
          cen y que tiene que ver con otro camarada amigo de ellos y
          de nosotros: el maestro Jorge Rodríguez, a quien Lydda llamó
          “el fantasma de mil batallas, el guerrero afina sus venablos”;
          buscando la posibilidad de que alguien de los nuestros, que los

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