Page 143 - Escritos de ayer y hoy
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y menos eficaces, se unen a la lamentable situación de la vi-
vienda y la inseguridad alimentaria. La salud, la educación, la
vivienda, el transporte y los alimentos son hoy como pasapor-
tes hacia la muerte del pueblo venezolano. Sus costos, su fun-
cionamiento y calidad se han estacionado de tal manera que
constituyen centros de generación de una protesta directa y
sorda por parte de la población.
A lo anterior se unen otras situaciones no menos importan-
tes, como el creciente desempleo y subempleo que, junto con
la inseguridad personal y colectiva, hacen de nuestras comuni-
dades espacios de altas contradicciones sociales que solo pue-
den augurar la violencia social, con la intensidad de los últimos
tiempos. El desprecio de estos gobiernos para con nuestro
pueblo es de tal magnitud que han deteriorado significativa-
mente, con sus políticas, la unidad familiar, célula fundamental
de la sociedad.
Sin duda alguna, estamos presenciando un proceso de des-
composición de la familia venezolana. Esta descomposición no
solo se manifiesta en lo económico, en la prestación de los ser-
vicios públicos y en la inseguridad, sino también en el incre-
mento de la explotación de la mujer en el seno del hogar para
garantizar la sobrevivencia, en el incremento preconcebido del
tráfico y en el consumo de drogas y el bombardeo ideológico
de la televisión.
Este proceso de destrucción familiar, que gobiernos transna-
cionales y sus aliados locales conducen, centra su atención en
la descalificación moral que hacen de la mujer; ella es conside-
rada y tratada como un objeto, una mercancía, un objeto sexual
de mercado y para el mercado. La destrucción de la mujer está
íntimamente relacionada con el incremento planificado del
consumo de drogas; dicho consumo se eleva cada vez más y
abarca desde los sectores de mayores ingresos, pasando por los
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