Page 369 - De mi propia mano
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cuanto que mi posición iba a complicarse con negocios fuera de mis al-
                 cances. No me es deshonroso, señores, confesar que formado en medio
                 de la Revolución y de la guerra, mi educación es la de un soldado, y que
                 apenas conozco estos negocios .
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                    Situado en el departamento de la Paz, sin órdenes de gobierno alguno
                 que reglase mi conducta, y sin saber a qué cuerpo político correspondían
                 estas provincias, puesto que la República del Río de la Plata, de que de-
                 pendían al tiempo de la Revolución, estaba dividida formando  tantos
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                 estados, cuantos eran sus pueblos principales; ignorando que se hubiese
                 instalado allí un congreso de las provincias que han querido reunirse,
                 e incierto del partido que debía abrazar para impedir la disolución y la
                 anarquía, pensé que debía entregar el país a sí propio, para organizarse a
                 la sombra del libertador y del ejército unido.
                    el gobierno del Perú no se había encargado hasta entonces de la di-
                 rección de los negocios de estos departamentos; carecía de noticias de la
                 reunión del congreso de buenos aires y por grande que fuese mi respeto
                 a la integridad del Río de la Plata sobre los límites de su antiguo virreinato,
                 encontraba que allí cada provincia tenía su legislatura propia, soberana
                 y hasta ahora independiente, y juzgué que cinco provincias con más de
                 un millón de habitantes, componiendo la mayor parte de la populación
                 de aquel virreinato, eran bien dignas de formar una asamblea propia que
                 proveyese a su conservación. todos mis embarazos habrían cesado resol-
                 viéndome a dirigir el alto Perú por un gobierno militar; pero ni éste es
                 propiamente un gobierno ni yo podía presentar a los primeros hijos de la
                 Revolución las leyes de la milicia como los bienes que ellos esperaban de
                 nuestra victoria. además, la convicción en que estaba de lo odioso que se
                 había hecho en otros países el poder militar, aún en manos de sus liber-
                 tadores, me instaba a desprenderme de una autoridad que yo aborrecía y
                 que podía hacernos caer en el mismo peligro que deseaba evitar.
                    Éstas son las razones que me forzaron a dar el decreto de 9 de febrero
                 en la Paz convocando la asamblea general, que aunque en algún modo



                 29. los negocios políticos.
                 30. Dividida en tantos estados.


                                          biblioteca ayacucho
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