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godo) y ha eludido hasta responderme la carta que le escribí preguntán-
dole los particulares que ud. observará en la copia que paso oficialmente.
Sólo Martínez y alvarado han respuesto, pero no Santa cruz, Pinto, ni
Necochea. la opinión de este último es la de Martínez: Pinto responderá
luego porque es el jefe de chile y está de buenas con nosotros.
aunque me sea doloroso decir mi opinión, mi simple opinión respec-
to a la moral del ejército, debo exponerla a ud. yo creo que a muy pocas
excepciones, la ambición de la gloria militar y espíritu de honor nacional
están muy cambiados por miras particulares, y que la guerra del Perú tiene
el aspecto de unos negociadores con tropas a su mando para llevar al cabo
sus empresas de fortuna. Será uno de los trabajos de ud. destruir este senti-
miento fatal a la disciplina, e inspirar la buena moral que debe caracterizar
a un ejército que se llama libertador, y que si no observa una conducta
correspondiente a su título, convertirá los pueblos patriotas en enemigos
de los independientes. una prueba de esto es el desaliento de los pueblos
ya libres en nuevos esfuerzos, y la decadencia diaria de nuestra opinión.
Por fortuna, a los colombianos no se les comprende todavía entre los que
se muestran interesados.
No puedo dar a ud. una idea de la moral de la división de Santa
cruz; pero en general sus jefes y oficiales no se pueden contar a pocas
excepciones, entre los más aguerridos y veteranos. la gente que lleva es
buena pero él mismo me ha confesado que apenas tiene 3.000 soldados y
los demás, reclutas. Si él observa sus instrucciones progresará; pero si se
aventura a un combate, temo que los 2.000 hombres que tiene el general
español Valdés con algún pequeño refuerzo lo bata. Poseyendo como ba-
ses suyas el mar y teniendo un ojo en sus buques y otro en las provincias
interiores y los dos sobre el enemigo, hará algo. Si se le une la expedición
de chile, ya puede penetrar con más seguridad si nosotros marchamos
por aquí a impedir que lo carguen. Él tiene en sus buques la ventaja de
reembarcarse y venir a camaná para obrar por allí con la ventaja de ha-
cer en dos días de navegación, lo que los españoles tendrían que ejecutar
en 20. esta es la razón porque temo tanto la venida, si se verifica, de los
navíos españoles: nuestra movilidad será nula absolutamente comparada
a la de los enemigos.
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