Page 836 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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834   Omar HurtadO rayugsen



             previsiones administrativas, sobre manera las que se referían a exaccio-
             nes impositivas, a las retribuciones y alimentación de los soldados y a los
             auxilios para los menos socorridos, la explotación, con fines públicos,
             de yacimientos recién prospectados, la leva de tropas, reconocimientos
             y ascensos de la oficialidad, la resolución de conflictos por deudas, la
             contención de las divisiones y encontrarse, en distintos momentos, con
             José Antonio Páez y Antonio José de Sucre.

               De las cuestiones más escabrosas que tuvo que enfrentar en esta pe-
             regrinación,  estuvo  el  lamentable  fusilamiento  sin  fórmula  de  juicio
             previo, ejecutado por el vicepresidente Santander, de treinta y ocho ofi-
             ciales, incluyendo al derrotado Barreiro, y de un civil, quien fue ajusti-

             ciado de manera artera por protestar lo que —a posteriori— ha sido ca-
             lificado como un asesinato. El Libertador, quien se enteró de los hechos
             quince días después de ocurridos, dejó sentado su rechazo a tal vesania.
             Probablemente la noticia más dolorosa que recibió fue la del lamentable
             fallecimiento del general José Antonio Anzoátegui .
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               Encontrándonos en Angostura, con la república cada día más conso-

             lidada y el liderazgo del Libertador trascendiendo mezquinos linderos,
             consideramos prudente, por la incidencia que tendrían posteriormente,
             hacer una pequeña digresión para referirnos al, no minúsculo, proble-
             ma de las disensiones que afloraron durante 1819 y su extrapolación en
             el tiempo. En primer lugar hubo una, cuya cabeza visible fue el general
             Juan Bautista Arismendi, que llegó a desplazar a Zea de la Vicepresi-

             dencia, pero que fue apagada con la sola presencia de Bolívar, quien res-
             tituyó la normalidad institucional. Surgió otra, que aparentemente se
             disipó, en torno a José Antonio Páez, pero al verla en el tiempo mediato
             encontramos que lo que hizo fue subsumirse para resurgir con mayor
             fuerza devastadora una década después. Y, la más grave, que empezó a


             [61]_ Puyo V. Fabio y Eugenio Gutiérrez C. Op. cit., pp. 836-865.
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