Page 158 - Todo César: Panorama de vida y obra
P. 158
Todo César 157
va expresando sus visiones y desarrollando su discurso plástico donde la línea, y en su preocupación por el país. Esta reflexión es el hilo conductor que une su
como sostén de la forma y de su imaginario, tiene importancia primordial. obra plástica con su obra escrita, se hace obsesiva, militante, para hablarnos,
Muchas de sus obras son, a mi manera de ver, dibujos coloreados. En sus cuadros desde sus diversos lenguajes, sobre esa realidad que observa, le preocupa, denun-
la pintura es densa, pero sin marcas de pincel ni de espátula, ni el uso de impas- cia e intenta transformar.
tos para lograr texturas. Sus personajes aparecen, en muchas de sus obras, de
espaldas, tapados con sombreros, o con los ojos cerrados o entrecerrados; perso-
najes sin rostro que parecen remitirnos a ese “hombre genérico” del que hablaba bENITO MIESES
Marx, o a esa mezcla de razas que se conformó en Nuestramérica. 2015
En su obra hay una presencia constante del elemento humano, ya sea
mediante personajes o mediante elementos como el barril, la lata, los techos de
zinc, los ranchos. El paisaje de fondo parece repetirse, continuarse, para formar
una especie de gran mosaico. Una tierra baldía, con árboles deshojados, secos
–símbolo que comparte con Héctor Poleo–, por donde caminan personajes en
éxodo, migrando con los pocos enseres que tienen y acompañados por perros
famélicos, los de “puro hueso”, de los pueblos tristes que cantaba Otilio Galín-
dez. Los personajes se desplazan por este paisaje como por un escenario teatral,
con la escenografía precisa para representar el drama que escribía en su drama-
turgia. Los colores predominantes son los tierra, en sus diferentes tonos, ocres,
sienas, amarillo de Nápoles, tierras secas y arenosas, que han perdido su fertili-
dad, su capacidad generadora; metáfora pictórica del abandono del campo por
la irrupción del petróleo. Si observamos el cuadro de 1980 titulado Hombres y
flores de Galipán en el alba, vemos a tres personajes de espaldas al espectador, con
sombreros, y los tonos terrosos característicos de su obra; el cielo, con la lumi-
nosidad oscura que presagia el amanecer y las manchas de color son las de las
ruanas, pero sobre todo la de los ramos de calas blancas, gladiolas y margari-
tas que portan. Vienen de Galipán, zona rural enclavada en el Waraira Repano,
pero no se divisa la ciudad de Caracas. El personaje delantero lleva en sus manos
una linterna, una lámpara. Pareciera buscar en su camino un “hombre”, como
Diógenes en el Ágora, ese hombre real que, perdido, en éxodo, desarraigado y
sin identidad, va engrosando los cinturones de miseria de la ciudad. En algunos
cuadros aparece el agave, la cocuiza, habitante de paisajes xerófitos, planta carac-
terística de nuestra indianidad y que en su obra puede ser leída como un símbolo
de identidad y resistencia. El color como protagonista aparece en los cuadros de
su último período, donde los personajes parecen suspendidos en medio de casas
con fondos coloridos. Percibo en su obra cierto aire de inacabamiento, de obra en
proceso, que iba construyéndose a medida que profundizaba en sus reflexiones