Page 83 - Soy tu voz en el viento
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Alegre gente de vivir tranquilo,
bailan o lloran, cantan o sonríen,
en la amistad fraterna dan el alma,
en el diario quehacer no ponen límite
y nadie sabe nunca si durmieron
o estuvieron velando.
Sus huesos y sus músculos de acero
desafiaron a muerte la fatiga.
Allí el ejemplo cunde
de Casto y de Lencho,
madera dura de puro corazón
que la polilla del tiempo no penetra,
de Eduardo, el fuño
que aún baldado brega,
de los Ortegas
con Chamé Rivera,
Loncho y Jenaro con Facundo Marcano
a quienes emularon solo las mujeres,
Isaac y Justina que inventaron
el majarete una,
el tequiche la otra
para el gusto exquisito;
María Serapia y Paula
tan solo superadas por Jovita
que se murió de rabia
cuando vio que la vida no servía
para servir a todos el convite.
Devotos en el rito de los santos
aprendieron el paso acompasado
de llevar y traer las procesiones,
mecido en las esquinas,
aligerado en medio de las calles,
entre el rezo, los gritos y la risa
de las que van para mirar el santo
y aquellas que van a que las miren.
En su viejo velorio de El Pachaco,
frente a la pila de agua,
un año tras de otro
todo se junta y se juntan
para el canto armonioso
desde la tarde con flores y con ramos,
las corridas de sacos
y el palo ensebado,
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