Page 104 - Soy tu voz en el viento
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los FaNtasmas
La leyenda creció de boca en boca
entre la obscuridad de los caminos.
Para espantar las sombras de la noche
cada rincón tenía
su fantasma preferido:
la vieja sacristía
con su Descabezado
de cabeza en la mano,
El Portachuelo, la Laguna
con sus muertos burlones
que pedían candela al transeúnte
para alumbrar los huesos
de la desencajada calavera
y la Mula Maniada,
bestia del resoplido solitario
en el paso enredado de sus cascos,
La Chinigua de blanca vestidura
en el reflejo quieto de la luna,
La Llorona del estridente grito
que se perdía en la sombra
y el espanto de El Tirano Aguirre
que se paseaba solitario,
al paso del caballo
resonando en las piedras de las calles
con un ruido impaciente de cadenas
cuando iba de El Puente a La Portada,
de El Mamey hasta el río,
golpeando peñas en Remanganagua,
para ir a perderse entre las sombras.
La Ciudad se acostaba tempranera.
Las viejas repetían las consejas
para retener entre las sayas
a los inquietos muchachos que pugnaban
por zafarse del yugo del hogar,
pero todos volvían
al desgranarse, lentas, en el aire
las nueve campanadas de las nueve
pues luego del silencio
se iniciaba la ronda de fantasmas
para los retardados nocharniegos.
Los fantasmas de sombra se marcharon.
El tiempo abandonado y sin premura
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