Page 83 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
Aún la veo acechándote por los alrededores
de aquella taguarita del puente de Dolores
para que le entregaras los churupos del diario
antes que te rascaras con mi padrino Hilario.
Tú, si no la insultabas, la tomabas en chanza
y ella pacientemente seguía su acechanza…
Aún te escucho diciéndole: ¡Carrizo, no me aceche,
mientras yo reclamaba: mamaíta, mi leche!
¿Cómo olvidar tampoco la Nochebuena aquella
en que llegaste a casa metido en la botella
y agarrando una vieja pantufla de cocuiza
me diste de aguinaldo mi primera cueriza?
Fue la primera noche que me meneaste el frito…
¡Por eso no la olvido jamás, oh papaíto!
Y tú también la debes recordar muy bien
porque mamá esa noche te embromó a ti también.
¡Ah papá! cómo evoco tus sabrosas cuerizas
tus clásicos trompones, tus nalgadas castizas
y tus pelas que hacían salir a mamá
con la escoba en la mano gritándote: ¡Yastá!
Y entonces papaíto, demudado el semblante,
la agarrabas a ella de atrás para adelante
y entraban los vecinos —unos noventa o cien—
que al llegar la patrulla los rodeaba también.
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