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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Esta invitación va a ser discutida por los socialistas en el próximo
              congreso nacional de Milán.
                 Para ese congreso se delinean otra vez tres tendencias. Una que
              acaudillan los delegados enviados al Congreso de Moscú —Lazarí, Maffi
              y Riboldi— y que es favorable a la ejecución del ultimátum, esto es, la
              expulsión del grupo reformista que sigue a Turati, Treves y Modigliani.
              Otra que mantiene el punto de vista de Livorno, o sea la conservación de
              la unidad del partido, declarándose concorde, en lo demás, con los vein-
              tiún puntos de la Tercera Internacional a cuyas puertas insiste tocar. Y
              otra que representa la derecha turatiana, y que, en consecuencia, coin-
              cide con la tendencia unitaria en la defensa de la unidad del partido, pero
              no en la apreciación de los veintiún puntos del programa maximalista.
                 Aparecen,  pues,  como  en  Livorno,  tres  facciones.  La  derecha,  el
              centro y la izquierda. Y, como en Livorno, la izquierda quiere la expulsión
              de la derecha mientras el centro tiende a la continuación de uno y otro
              grupo dentro del partido.
                 Pero esta vez el congreso no se limitará a discutir si el partido debe o
              no obedecer a la Tercera Internacional. Tornará a discutir su orientación
              y su táctica. Se pronunciará sobre la política que la situación aconseja
              seguir. En una palabra, pondrá en claro si el partido cabe o no dentro de
              la Tercera Internacional.
                 Este debate resulta un poco extraño para quienes creían que los
              socialistas italianos tenían fijada definitivamente su orientación. Y cons-
              tituye realmente la prueba de que una gran parte de ellos no comparte
              absolutamente los principios de la Tercera Internacional y, por consi-
              guiente, no debe ser admitida en sus filas.
                 La cuestión del colaboracionismo y la intransigencia, había quedado,
              en efecto, totalmente resuelta hace nueve años en el Congreso de Reggio
              Emilia, en el cual se afirmó la índole revolucionaria e intransigente del
              socialismo italiano y se expelió de él a los elementos colaboracionistas.
              Y esta orientación programática había sido categóricamente ratificada
              hace dos años por el Congreso de Bologna que acordó la adhesión a la
              Tercera Internacional.
                 De colaboracionismo no debía hablarse, por tanto, en el socialismo
              italiano. Turati y su grupo, al poner nuevamente en debate la cuestión se


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