Page 842 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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840   Omar HurtadO rayugsen



             periodístico, diciembre de 1810, en el Morning Chronicle, comienza
             a insistir en que, más temprano que tarde, nos convenceríamos de la
             inminencia de invitar a los pueblos de Sudamérica para que se unieran
             en el enarbolamiento de la bandera de la libertad. Mientras en la Junta
             Patriótica, en 1811, otras voces preconizaban la preeminencia de la
             anarquía, él levanta su impetuosa adarga para denostar de la disensión
             y demostrar que ese cuerpo es el primer interesado en propulsar la
             unión entre pares, como vía para colocar la piedra fundamental de la
             libertad. Cuando, en 1812, derrotado, desde Cartagena de Indias, ana-
             liza las causas de la pérdida de la Primera República establece que, más

             que nada, ha sido la desunión lo que nos había llevado nuevamente a
             la esclavitud.
               Al arribar triunfante, en 1813, a su amada Caracas, transmutado en
             el Libertador, anuncia que habrá de venir una reunión que arregle la
             unión de la Nueva Granada y guíe nuestros invencibles soldados en

             contra de los enemigos de la independencia de América. Fenecida, bajo
             los cascos de la rebelión popular, la Segunda República, en 1814, an-
             tes de salir denostado por Carúpano, enfatizó en la fuerte culpabilidad
             que la discordia entre los compatriotas había conducido al piélago de
             angustias que signó ese año. Mordiendo el duro pan del exilio, desde
             Kingston en 1815, dice que la Nueva Granada y Venezuela deben supe-
             rar convenirse y unirse en una sola república, al tiempo que asevera que
             solo la unión nos hace falta para completar nuestra regeneración, pero
             que esta no nos vendrá por prodigios, sino por esfuerzos bien dirigidos.

               El estadista, que, en junio de 1818, se dirigió a los habitantes del
             Río de La Plata, reconoció en su misiva que las Estados australes eran
             elocuentes ejemplos que persuadirían a los pueblos de América para que
             siguieran la senda de la libertad. El maduro gobernante que, el 15 de
             agosto de 1819, se dirigió al soberano Congreso de Angostura, profun-
             damente conmocionado, exclamó:
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