Page 537 - Escritos de ayer y hoy
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que ayudó en la crianza de mi abuela, Eugenia Rojas. Todos
venían del siglo xix y de la Guerra Federal. Tatán era una ca-
tira que me quería mucho y me protegía siempre; me regaló un
sombrerito negro que siempre lo cargaba calzado en la cabeza;
luchó contra todos los gobiernos, nunca tuvo cargo público y
apoyó al guerrillero general Emilio Arévalo Cedeño.
Yo creía que Tatán era eterna y no sabía que existía la
muerte en la familia. El velorio fue en la misma casa y hubo
una procesión del sepulcro hasta el cementerio; supe entonces
que la muerte era posible. En aquella época me decían Nano y
no Fernando. 87 años después me sigue llamando así el catire
Víctor, mi hermano menor; Pedro Calzadilla (padre) y Chela
Vargas me siguen diciendo “Nano”. Por lo demás, muchísimas
gracias a todas y todos los que me han acompañado a vivir y
sobrevivir en materia de afecto, enseñanzas, alimentación, en-
fermedades, seguridad, persecuciones políticas y amoríos, que
me han dejado tres hijos, nueve nietos, ocho bisnietos y tres
tataranietos.
Fernando Soto Rojas
Caraballeda, 30 de mayo de 2020
Fernando Soto Rojas con sus tres hijos: Morelia, Fernando y Vilma, en las
montañas del cerro El Bachiller.
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